miércoles, 28 de octubre de 2015

Leyendas de Veracruz

La leyenda  de boca del rio de Veracruz
Elaborado por: villano Olmedo Arath

Cuentan las leyendas que hace mucho tiempo vivió una mujer, esposa de un rico español el cual solía salir en largos viajes y dejaba a su esposa en una gran mansión, esta pareja no tenía hijos ya que la mujer no podía tenerlos, esto era algo que la atormentaba.
La mujer siempre intento buscar alguna forma para poder quedar embarazada, siempre acudía con una bruja la cual le daba pociones para quedar embarazada, pero como su esposo no estaba, la mujer siempre acudía al puerto en busca de recién llegados marineros y los seducía hasta llevarlos a su casa. Estos marineros nunca más se volvían a ver y a los pocos días la mujer regresaba al puerto en busca de otro hombre.
Al poco tiempo regreso el esposo, cuando llego a su mansión encontró a su esposa con un marinero en su habitación y lleno de furia decidió matarlos. El mayordomo le confeso todo lo que hacía su esposa. Le conto que siempre buscaba amantes para intentar embarazarse y al día siguiente los asesinaba y os tiraba a un pozo lleno de lagartos, el esposo lleno de asco, mando a tirar el cuerpo de la mujer al mismo poso.     

Leyenda la mulata de Córdoba

Platica la gente que vivía en aquella época, en la entonces villa de Córdoba, Veracruz
No se sabe la fecha exacta. Una mujer muy famosa por su hermosura y por su juventud parecía haberse detenido en el tiempo. Nadie sabe de su origen y todos le decían “mulata” por su mezcla de sangre negra y española, además era muy orgulloso y decían que ningún hombre se le resistía y que fabricaba pócimas de amor y curaba males.

Acusada por estos hechos el tribunal de la inquisición la juzgo. Y la encarcelo en san Juan de Ulúa, donde sufrió los peores tormentos.

El pueblo sabía que moriría en la hoguera y nada se podía hacer por ella, la mulata pidió un pedazo de gis al carcelero, como última voluntad y en las oscuras paredes pinto un barco bien detallado, con velas desplegadas. De repente dio un salto y subió al barco, las velas empezaron a moverse con el viento, el guardia quedo espantado mientras la mulata le decía adiós y se fue libre sobre la blanca espuma del mar.


El ahorcado San Andrés Tuxtla Veracruz

Leyendas de Veracruz Era una tarde donde un chico llamado Fernando salió de su trabajo tiempo después de la hora habitual él vivía muy lejos y pronto oscurecería a si que decidió tomar un atajo para llegar pronto a casa el atajo conducía a una zona donde pasaba un rio ese lugar no era circulado por la gente pues corrían rumores de que un hombre se avía suicidado hay hace algunos años.

Fernando no conocía tal historia a sí que la transito sin temor alguno de repente un árbol llamo su atención lleno de curiosidad se acercó unos metros para averiguar y se encontró con el cadáver de un hombre que colgaba de este, lleno de temor corrió desesperadamente y le hizo la parada al primer carro que pasaba por el lugar se subió y le contó lo que había visto pero la persona que iba manejando lo voltio a ver y le dijo yo soy el horcado y Fernando salió corriendo del carro.

Vaya susto el que se llevó Fernando, el vivió para contarlo de todas maneras el no olvidar. El callejón del diamante. Desde los tiempos de la colonia y hasta nuestros días, existe en Xalapa un callejón estrecho y largo como serpiente. Tan angosto, que casi se tocan sus costados. Todos lo llaman el Callejón del Diamante.

Cuenta la leyenda que en una de sus casonas vivía un matrimonio: ella, una criolla hermosa, esbelta, blanca, garbosa y joven, de cabellera como el azabache, labios rojos y mejillas sonrosadas. Sobresalían dos esmeraldas entre las largas pestañas y unas cejas gruesas y pobladas, pues en la época de Xalapa de la Feria, aún no se depilaban las jóvenes. Moralmente era un modelo de virtud y ejemplo de esposa enamorada de su marido. Éste era un caballero español, físicamente bien formado, que amaba a su dulce compañera con toda el alma. A esto hay que agregar que gozaban de una desahogada posición económica.

Cuando la pareja se prometió, él dio a su futura esposa un anillo con un hermoso diamante negro. Éste era de lo más extraño y en el blanquisimo anular derecho de la dama parecía un ojo diabólico. Esta piedra según cierta superstición, "tiene la rara virtud de aumentar el amor del matrimonio y descubrir la infidelidad de la esposa".

Cuando la dama recibió la joya juró a su galán jamás separarse de ella... pero los juramentos femeninos no siempre son muy firmes y durables.

El recio ibero tenía un amigo, a quien consideraba como hermano. Un día que el esposo salió de viaje ella fue a visitar al amigo y... sucedió lo inevitable. Por razones que se ignoran, ella se quitó el anillo y lo dejó en el BURÓ, junto al lecho. Por motivos también desconocidos, el apresuramiento, la zozobra, la dama olvidó la alhaja. A su regresó a Xalapa el esposo no se dirigió a su casa, sino fue primero a la del amigo. Entró y lo encontró en su alcoba durmiendo la siesta y, ¡oh sorpresa!, lo primero que vio en la mesilla de noche fue el diamante negro de su esposa. Disimuladamente se apoderó de la joya y se dirigió a su casa.

Llamó a su bella compañera y al besarle la mano, comprobó que no lucía el anillo. Como el destello del relámpago salió a lucir la daga de empuñadura de oro, incrustada de rubíes, que se clavó en el pecho de la infiel. El caballero dejó sobre el cadáver de la esposa el anillo del diamante negro y desapareció para siempre.

La gente de los alrededores, exclamaba: ¡Vamos a ver "el cadáver del diamante"! Poco a poco la expresión cambió y solo decían ¡Vamos al Callejón del Diamante! Nombre que la tradición ha mantenido a través del tiempo.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario